Referendum en Bolivia

La segunda fundación de Bolivia
Por Eduardo Galeano
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Esto fue escrito por Eduardo Galeano, en el Semanario Brecha, especial para Causa Popular, tiempo después de la expulsión de Evo Morales de la camara de diputados y posterior asunción como Presidente de la república de Bolivia.
Hoy traemos nuevamente estas ideas, a dias del referendum en el que nuestro hermano país decidirá en forma democrática el futuro no solo de su país, sino el de toda Latinoamerica.

Cuando la expulsión, un diputado indio era más raro que perro verde.
Cuatro años después, son muchos los legisladores que mascan coca, milenaria costumbre que estaba prohibida en el sagrado recinto parlamentario.

Mucho antes de la expulsión de Evo, ya los suyos, los indígenas, habían sido expulsados de la nación oficial. No eran hijos de Bolivia: eran no más que su mano de obra. Hasta hace poco más de medio siglo, los indios no podían votar ni caminar por las veredas de las ciudades. Con toda razón, Evo ha dicho, en su primer discurso presidencial, que los indios no fueron invitados, en 1825, a la fundación de Bolivia.

Ésa es también la historia de toda América, incluyendo a Estados Unidos. Nuestras naciones nacieron mentidas. La independencia de los países americanos fue desde el principio usurpada por una muy minoritaria minoría. Todas las primeras constituciones, sin excepción, dejaron afuera a las mujeres, a los indios, a los negros y a los pobres en general.

La elección de Evo Morales es, al menos en este sentido, equivalente a la elección de Michelle Bachelet. Evo y Eva. Por primera vez un indígena presidente en Bolivia, por primera vez una mujer presidente en Chile. Y lo mismo se podría decir de Brasil, donde por primera vez es negro el ministro de Cultura. ¿Acaso no tiene raíces africanas la cultura que ha salvado a Brasil de la tristeza? En estas tierras, enfermas de racismo y de machismo, no faltará quien crea que todo esto es un escándalo. Escandaloso es que no haya ocurrido antes.

Cae la máscara, la cara asoma, y la tormenta arrecia. El único lenguaje digno de fe es el nacido de la necesidad de decir. El más grave defecto de Evo consiste en que la gente le cree, porque trasmite autenticidad hasta cuando hablando castellano, que no es su lengua de origen, comete algún errorcito.

Lo acusan de ignorancia los doctores que ejercen la maestría de ser ecos de voces ajenas. Los vendedores de promesas lo acusan de demagogia. Lo acusan de caudillismo los que en América impusieron un Dios único, un rey único y una verdad única. Y tiemblan de pánico los asesinos de indios, temerosos de que sus víctimas sean como ellos. Bolivia parecía ser no más que el seudónimo de los que en Bolivia mandaban, y que la exprimían mientras cantaban el himno. Y la humillación de los indios, hecha costumbre, parecía un destino.

Pero en los últimos tiempos, meses, años, este país vivía en perpetuo estado de insurrección popular. Ese proceso de continuos alzamientos, que dejó un reguero de muertos, culminó con la guerra del gas, pero venía de antes. Venía de antes y siguió después, hasta la elección de Evo contra viento y marea.

Con el gas boliviano se estaba repitiendo una antigua historia de tesoros robados a lo largo de más de cuatro siglos, desde mediados del siglo XVI: la plata de Potosí dejó una montaña vacía, el salitre de la costa del Pacífico dejó un mapa sin mar, el estaño de Oruro dejó una multitud de viudas.
Eso, y sólo eso, dejaron.

Las puebladas de estos últimos años fueron acribilladas a balazos, pero evitaron que el gas se evaporara en manos ajenas, desprivatizaron el agua en Cochabamba y La Paz, voltearon gobiernos gobernados desde afuera, y dijeron no al impuesto al salario y a otras sabias órdenes del Fondo Monetario Internacional.

Desde el punto de vista de los medios civilizados de comunicación, esas explosiones de dignidad popular fueron actos de barbarie. Mil veces lo he visto, leído, escuchado: Bolivia es un país incomprensible, ingobernable, intratable, inviable. Los periodistas que lo dicen y lo repiten se equivocan de in: deberían confesar que Bolivia es, para ellos, un país invisible.

Nada tiene de raro. Esa ceguera no es solamente una mala costumbre de extranjeros arrogantes. Bolivia nació ciega de sí, porque el racismo echa telarañas en los ojos, y por cierto que no faltan los bolivianos que prefieren verse con los ojos que los desprecian.

Pero por algo será que la bandera indígena de los Andes rinde homenaje a la diversidad del mundo. Según la tradición, es una bandera nacida del encuentro del arco iris hembra con el arco iris macho. Y este arco iris de la tierra, que en lengua nativa se llama tejido de la sangre que flamea, tiene más colores que el arco iris del cielo.

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